Cables cruzados
He tenido ocasión de ver este fin de semana dos películas que tienen bastantes puntos en común como para hacerles un repaso emparejado.
Ambas son responsabilidad de guionistas de postín que han pasado a la dirección de sus propios guiones, con resultados desiguales aunque con suficiente jugo como para no ya remover conciencias (que para eso hay que tenerla y todo el mundo sabe que van muy caras) si por lo menos para remover culos en el sofá y hacer las palomitas algo más indigestas.
Crash de Paul Haggis, guionista de Million Dollar Baby ha sido una pequeña decepción.
Lo mejor que puedo decir es que la dirección está a la altura de su guión, es decir que es ampulosa, excesiva y redundante en buena parte de su metraje. Las buenas intenciones iniciales y el cuidado acabado técnico se echan a perder a medida que va avanzando la trama y con la misma sutileza que un papel de lija del dos, los clímax emocionales se van acumulando hasta resultar empachantes. A digerir estos clímax no ayuda mucho la banda sonora en plan iglesia ni la cámara lenta que parece decirnos “esta es la escena de llorar ¿eh?”. La banda sonora no es del pelma de Hans Zimmer sino del también bastante pelma Mark Isham, pero como si lo fuera. Y en general la realización más que videoclipera por momentos parece un publirreportaje de una ONG. De esos que te hacen pensar “oye, mira que bonita queda la pobreza en las fotos”.
Aún así es un película más o menos digna en su conjunto y bastante bien interpretada que hubiese ganado bastante metiendo tijera con alegría aquí y allá. Que quieren que les diga, que en el fondo soy un blando y soy incapaz de cargarme del todo una película de las de “conciencia social” porque bastante embrutecidos estamos ya, aunque eso signifique renunciar a mi máscara de cínico descreído.
Después de verla empiezo a sentirme cansado de la estructura “vidas cruzadas” que tanto éxito parece estar teniendo últimamente entre amantes de la desmesura dramática como Alejandro González Iñárritu, al que después de Amores Perros se le fue la mano con la bastante plomiza 21 gramos. Curiosamente Magnolia, que no es precisamente corta, la disfruté bastante.
Syriana de Stephen Gaghan comparte con la anterior la estructura en forma de mosaico de personajes y tramas entrecruzadas. No es ningún misterio que Gaghan fue el guionista de Traffic y para su película sobre el entramado mundial sobre el petróleo ha echado mano de parecidas herramientas narrativas.
El tema es complejo de narices y una película que lo quiera abarcar en su totalidad (y esta lo intenta, así como Traffic intentaba tratar el negocio de la droga de forma global) también va a serlo. Esta intención de abarcarlo todo es precisamente lo que podría dar al traste con el ritmo narrativo y la progresión dramática, pero al menos en este caso funciona de maravilla y su complejidad no la hace inabordable, aunque se le puede atragantar a más de uno ya que hay más personajes que en la guía telefónica.
La tesis principal de la película es la más que probable relación de las distintas formas de terrorismo (el que sale en los telediarios y el de estado, que no por ello es menos terrorismo) con el negocio del petróleo. Syriana mete el dedo en el ojo de todos los implicados de forma bastante directa sin caer en puntos de vista simplistas. Y pese a la gravedad de muchas de las escenas que se muestran consigue ser casi fría y contenida, lo que la hace más creíble que por ejemplo Crash cuyos postulados parecían a priori algo más modestos y por ello más fáciles de resultar cercanos.
Hablo de frialdad como una virtud porque bastante fuerte es el tema en si mismo como para adornarlo más de la cuenta. Aún asumiendo que el cine en si mismo es adorno y artificio tampoco está de más saber cuando se te está yendo la mano con las especias.
Además que hay que reconocer que poner a Maaaatt Daaaaamon en una película y conseguir que casi parezca un actor tiene su mérito.