martes, mayo 23, 2006

Cables cruzados

Digamos que voy un poco rezagado en “la carrera de los Oscars 2006”. Es bueno tener opiniones formadas sobre manifestaciones culturales importantes así que yo me he formado la mía: cada año tengo más claro que lo mejor de los Oscars son los escotazos de la alfombra roja y si hay alguna película interesante tarde o temprano acabaré viéndola haya sido premiada con una, seis o ninguna estatuilla. Pero bueno, como decía Torrebruno: lo importante es participar.

He tenido ocasión de ver este fin de semana dos películas que tienen bastantes puntos en común como para hacerles un repaso emparejado.

Ambas son responsabilidad de guionistas de postín que han pasado a la dirección de sus propios guiones, con resultados desiguales aunque con suficiente jugo como para no ya remover conciencias (que para eso hay que tenerla y todo el mundo sabe que van muy caras) si por lo menos para remover culos en el sofá y hacer las palomitas algo más indigestas.



Crash de Paul Haggis, guionista de Million Dollar Baby ha sido una pequeña decepción.
Lo mejor que puedo decir es que la dirección está a la altura de su guión, es decir que es ampulosa, excesiva y redundante en buena parte de su metraje. Las buenas intenciones iniciales y el cuidado acabado técnico se echan a perder a medida que va avanzando la trama y con la misma sutileza que un papel de lija del dos, los clímax emocionales se van acumulando hasta resultar empachantes. A digerir estos clímax no ayuda mucho la banda sonora en plan iglesia ni la cámara lenta que parece decirnos “esta es la escena de llorar ¿eh?”. La banda sonora no es del pelma de Hans Zimmer sino del también bastante pelma Mark Isham, pero como si lo fuera. Y en general la realización más que videoclipera por momentos parece un publirreportaje de una ONG. De esos que te hacen pensar “oye, mira que bonita queda la pobreza en las fotos”.

Aún así es un película más o menos digna en su conjunto y bastante bien interpretada que hubiese ganado bastante metiendo tijera con alegría aquí y allá. Que quieren que les diga, que en el fondo soy un blando y soy incapaz de cargarme del todo una película de las de “conciencia social” porque bastante embrutecidos estamos ya, aunque eso signifique renunciar a mi máscara de cínico descreído.

Después de verla empiezo a sentirme cansado de la estructura “vidas cruzadas” que tanto éxito parece estar teniendo últimamente entre amantes de la desmesura dramática como Alejandro González Iñárritu, al que después de Amores Perros se le fue la mano con la bastante plomiza 21 gramos. Curiosamente Magnolia, que no es precisamente corta, la disfruté bastante.



Syriana de Stephen Gaghan comparte con la anterior la estructura en forma de mosaico de personajes y tramas entrecruzadas. No es ningún misterio que Gaghan fue el guionista de Traffic y para su película sobre el entramado mundial sobre el petróleo ha echado mano de parecidas herramientas narrativas.
El tema es complejo de narices y una película que lo quiera abarcar en su totalidad (y esta lo intenta, así como Traffic intentaba tratar el negocio de la droga de forma global) también va a serlo. Esta intención de abarcarlo todo es precisamente lo que podría dar al traste con el ritmo narrativo y la progresión dramática, pero al menos en este caso funciona de maravilla y su complejidad no la hace inabordable, aunque se le puede atragantar a más de uno ya que hay más personajes que en la guía telefónica.
La tesis principal de la película es la más que probable relación de las distintas formas de terrorismo (el que sale en los telediarios y el de estado, que no por ello es menos terrorismo) con el negocio del petróleo. Syriana mete el dedo en el ojo de todos los implicados de forma bastante directa sin caer en puntos de vista simplistas. Y pese a la gravedad de muchas de las escenas que se muestran consigue ser casi fría y contenida, lo que la hace más creíble que por ejemplo Crash cuyos postulados parecían a priori algo más modestos y por ello más fáciles de resultar cercanos.
Hablo de frialdad como una virtud porque bastante fuerte es el tema en si mismo como para adornarlo más de la cuenta. Aún asumiendo que el cine en si mismo es adorno y artificio tampoco está de más saber cuando se te está yendo la mano con las especias.
Además que hay que reconocer que poner a Maaaatt Daaaaamon en una película y conseguir que casi parezca un actor tiene su mérito.

lunes, mayo 08, 2006

Ser o no ser ... un oso

Por mucho que un servidor intente llevar una apariencia tranquila y apacible (sin conseguirlo) lo cierto es que en ocasiones soy un obsesivo compulsivo de narices, de la vertiente inofensiva, eso sí. A veces me clavo mis propias astillas mentales y hasta que no me las quito no me quedo a gusto.
Una de mis extracciones más afortunadas tuvo lugar hace un tiempo cuando por fin pude encontrar un corto de animación que me había tenido obsesionado durante al menos 3 años.
Estaba yo solo y abotargado en el piso que compartía con unos amigos cuando en Cartoon Network se pusieron en plan revival a emitir joyas de archivo. A veces uno está mas tonto de lo normal, más receptivo (o más borracho) y cosas la mar de ordinarias te pegan de una forma que no te lo esperas. Este no fue el caso, porque de ordinario el corto tenía poco. Fueron 10 minutos de puro gozo que se incrustaron en mi cabeza y de ahí no salieron. Afortunadamente me quedé con el título (y con la melodía de la canción que he estado silbando desde entonces y ya tiene pinta de que a este paso me la llevaré a la tumba). Desde entonces más o menos cada mes lo buscaba en cualquier red p2p a mi alcance con una insistencia que ya quisieran para sí algunos buscadores de oro. Han adivinado que, al menos esta vez, la insistencia sirvió para algo puesto que algún desconocido que para mí ya se ganó el cielo, tuvo la feliz ocurrencia de compartir el corto en cuestión. Y yo como no soy egoísta lo comparto ahora con todo aquel que lea esto.
Aquí lo tienen : (ed2k): The Bear That Wasn't .Chuck Jones (1967)


Esta en ingles y no hay subtítulos pero es realmente muy fácil de entender ya que es un cuento infantil, el lenguaje es muy sencillo y con un componente repetitivo que lo hace apto para ceporrillos en lenguas bárbaras como el menda.
Por hacer un poco de historia diremos que es una adaptación animada del cuento ilustrado del mismo título de 1943 escrito por Frank Tashlin, animador de larga carrera que sin embargo para la adaptación de su propio cuento ejerció como productor, dejando las tareas de dirección en manos de ese autentico monstruo de la animación que es Chuck Jones, a la postre colega suyo durante muchos y prolíficos años.
Bajo la apariencia de un sencillo cuento ecologista nos encontramos un amargo alegato contra la alienación que nuestra sociedad puramente empresarial ejerce sobre los elementos más inocentes de la misma. Además de mostrarnos una lección tristísima sobre como las expectativas de los demás pueden producir la perdida de nuestra identidad individual. Que no, que no me estoy pasando, que es todo eso y además una delicia visual y sonora. Compruébenlo ustedes mismos. Y si no están de acuerdo no me lo digan, o díganmelo suavemente que hoy también debe ser uno de esos días que estoy mas tonto de lo normal.

El cuento original : (ed2k): Frank Tashlin, - The Bear that wasn't.pdf

martes, abril 18, 2006

Mars Attack!

Esto de los blogs es lo que tiene, que siempre llegas tarde. Siempre hay alguien que ha comentado antes (y muchas veces mejor) sobre ese tema que tenias pensado abordar "en cuanto me centre un poco" o "se me ocurra algo original".
Me rindo, ni se me ocurre nada original ni mucho menos estoy centrado. Pero hoy hablo de Veronica Mars aunque sea lo último que haga.


Hay algo en las series de instituto que a muchos de nosotros nos fascina. Es como asomarse a un pasado que no tuvimos y recrearse con una serie de temas y experiencias (más bien tópicos) que estuvimos muy lejos de vivir. Pero aún así... ¿quien no soñó con dejar seco al chulito de turno con una réplica ingeniosísima que además nos ganaría el corazón de la guapa de la clase? ¿quien no ha deseado darles un escarmiento a "los populares" del instituto (bromas políticas aparte)? . El instituto es una etapa tremendamente hormonal y pavesca en la que pensabas que todo podría pasarte y a la hora de la verdad no pasaba nada, pero nada de nada.

Pese a todo su componente fantástico (¿acaso conocen algún freakie que haya conquistado a la jefa del equipo de animadoras?) la mitología de este género esta muy bien definida y es clave para entender su éxito y la respuesta emocional que despierta en algunos de nosotros. Y eso aún reconociendo que en este género la Ley de Sturgeon ( el 90% de todo lo que se produce es basura) se cumple a rajatabla, quizá incluso se queda corta.

Veronica Mars es un compendio bastante completo de toda esta mitología institutera. En vez de mitología podría haber empleado el término topicazo y el mensaje sería el mismo, pero para eso está el lenguaje: para hacer trampas con él. Por un lado tenemos a la gente guay , hijos de padres ricos y famosos ( aquí llamados los '09ers' por vivir en la parte de la ciudad cuyo ficticio código postal es 90909 ) , por otro a los marginales de barrio chungo con sus motos y cazadoras de cuero negro y todo. En lo quizás es el retruécano más increíble de todos , estas dos razas tan distintas de jóvenes hormonando comparten instituto. Nuestra rubia protagonista (una Kristen Bell que gana encanto cada vez que abre la boca y suelta alguno de los geniales diálogos que le han preparado los guionistas) se encuentra en una encrucijada vital. Porque Veronica fue antaño de la fashion people, pero de la noche a la mañana su novio le deja, asesinan a su mejor amiga, su madre le abandona y su padre pierde el trabajo. Y claro, con ese historial pues lo tienes chungo para que te sigan invitando a las fiestas guayonas. Así que Veronica se convierte también en una outsider bastante resentida y vuelca sus energias en intentar descubrir la verdad detrás del asesinato de Lilly Kane , que es la Laura Palmer de la serie y no solo por que esté muerta sino porque la niña tiene un morbo que funde las piedras. Curiosamente Veronica parece como veinte veces más cool de marginal que en los flashbacks de su etapa pija donde tiene una pinta de repollo a lo Casa de la Pradera bastante desconcertante.

Desde que Josh Whedon tuvo la osadía de llevar a los vampiros a morder a los pijos californianos de Sunnydale, así como el talento para que tan peligroso cocktail que a cualquiera le hubiese explotado en la cara funcionase a la perfección, parece que ninguna mezcla de géneros nos vaya a coger por sorpresa. Veronica Mars ha apostado clarísimamente por otra mezcla de géneros cuanto menos llamativa : la comedia de instituto y el cine negro. Esto ha propiciado numerosos intentos de etiquetado más o menos ingeniosos. Desde teen noir hasta otros más descriptivos entre los cuales mi favorito es "The O.C. escrita por Raymond Chandler".
¿Cuanto hay en realidad de cine negro en Veronica Mars? Pues ciertamente que hay bastante.
La ineludible voz en off soltando sentencias lapidarias es quizá la referencia más evidente pero no la única.
El protagonista aquí no es un alcohólico pendenciero que apenas levanta la vista cuando entra en su oficina una femme fatale, pero tampoco se aleja tanto del prototipo del detective acabado en busca de un caso que haga reflotar su cochambroso negocio. De hecho es el padre de Veronica el detective acabado que busca la oportunidad de redimirse resolviendo el caso que arruinó su carrera como jefe de policía de Neptune. Así que su hija le echa una mano mientras se mete en líos con una facilidad asombrosa. Y Veronica, ahí donde la vemos tan rubia ella y tan pizpireta cuando las necesidades apremian es mucho más Robert Mitchum que Veronica Lake.
En definitiva Veronica Mars es una serie que es tan fiel a las reglas de los géneros en los que se inscribe que lo que consigue es trascenderlos. Esos trucos tan metalingüistícos que Whedon puso de moda con Buffy han encontrado en Veronica Mars un buen refugio para seguir divirtiendo a un público que para disfrutar la serie solo tiene que dejarse los prejuicios en un armario.
No suelo comentar nada de doblajes si, doblajes no porque es una guerra perdida, pero haganme caso en esto: el doblaje español es bastante infame y le quita toda la gracia a los personajes. Casi me parecía estar viendo un episodio de Colegio Degrassi.
1ª Temporada
2ª Temporada

jueves, abril 06, 2006

The Shield y The Wire: tanto monta...

Llevo un buen rato incapaz de decidirme entre dos series policíacas para dedicarles un posteo.
Al final en una decisión salomónica me he decidido a dedicárselo a ambas, así no doy preferencia a ninguna y de paso me permite confrontarlas en busca de paralelismos, que son jugosos y creo que repasarlos no hacen más que enriquecer a ambas.
Podría decir que en la actualidad son mis series en emisión favoritas y no se iban a caer los anillos. Lo que no me atrevo es a decir cual me gusta más de las dos, eso seria tan difícil como preguntarle a un crío si quiere más a su papa o a su mama. Difícil no porque el crío no lo sepa, es que es mejor que no lo exprese.


Recuerdo muy bien la primera vez que vi algo de The Shield. Una noche ya bien entrada la madrugada hacía zapping desesperado puesto que esa franja horaria ya era dominio del teletienda.
Tuve la buena o mala fortuna de toparme con la que seguramente fuese la escena más bestia emitida en una serie de televisión de las que yo tuviera noticia. A los pocos minutos tenía los ojos como platos mientras salían los títulos de crédito. No sabía que acababa de ver pero no se me podía olvidar fácilmente. Para los más curiosos llamaremos a la única escena que vi esa noche con el nombre clave de "oreja a la plancha".
Si aquello era una serie de policías desde luego se parecía poco a cualquier otra que yo hubiese visto. El caso que por aquel entonces yo no me había infectado todavía de la compulsión por las series que padezco en la actualidad así que archivé esa escena en algún lugar de mi mente (como si pudiese habérmela quitado de la cabeza) y apagué la tele.
Unos años después yo ya era un ser profundamente sopranizado navegando por Amazon en busca de más droga.
Dejándome llevar por listas y recomendaciones acabé en la página de The Shield y bastó con verle el careto al protagonista para que saltara el chispazo y lo conectase con aquella escena que todavía pululaba por mi calenturienta mente. Lo último que recuerdo es que le estaba dando al botón de Comprar.

Puede que The Shield tenga el mejor episodio piloto que he visto hasta la fecha. Si el objetivo de un piloto es presentar las claves de una serie y enganchar a la audiencia, este cumple con matrícula. Toda la carne es depositada en el asador de forma que cuando llegas al final estás sencillamente sin aliento. No recuerdo haberme merendado una serie más rápidamente y la espera a la edición de la siguiente temporada era una lenta tortura.
The Shield (emitida en varias de nuestras autonómicas como Al limite de la Ley, joder ... y tan al límite) es una serie sobre la ambigüedad moral. Parece que en Los Ángeles las cosas no son blancas ni negras, pero si marrones (marrón oscuro diría yo) y uno ya no sabe si el fin debe justificar los medios, los medios determinan el fin o al final da lo mismo porque los fines y los medios se van a aliar para que todo salga mal.
Como muchas series de policías (Hill Street mediante) su planteamiento es coral, pero es evidente que el protagonista absoluto es Vick Mackey, ese tonelete calvo de ojos azules con el que a priori es tan difícil identificarse pero al final acabas por rendirte ante su poderosísimo magnetismo y acabas deseando que no le pase nada malo aunque bien sabe dios que se lo merece. Aquí la comparación con Tony Soprano no seria gratuita puesto que Michael Chiklis y James Gandolfini han sido capaces de hacer atractivo lo repulsivo en la mejor tradición de los capos cinematográficos. Mackey encarna la ambigüedad moral a la que me refería antes y consigue que cualquiera dude de sus propias convicciones sobre que está bien y que está mal. Es un personaje totalmente atrapado por el estilo de vida que ha elegido y que intenta que todo por lo que ha luchado no se desmorone. El problema es que a base de poner parches aquí y allá su vida se convierte en una montaña rusa de la que no se puede bajar y su peculiar forma de hacer justicia no hace más que enredarlo todo más.
La presencia del personaje de Mackey pese a ser el pilar de la serie no eclipsa al resto de personajes de la comisaría, todos sólidamente escritos y merecedores de mención, aunque no será hoy porque recordemos que esto se había planteado como un tête à tête entre mis dos policíacos favoritos.


De la misma forma me enteré de la existencia de The Wire, buceando por Amazon en pleno mono de policías corruptos angelinos las recomendaciones me hicieron recalar en esta serie ambientada en Baltimore. Al igual que los conceptos "blanco" y "en botella" llevan irremediablemente a la leche, "Serie dramática" y "HBO" son dos conceptos que juntos son de forma casi infalible indicadores de calidad, que justifican de sobra un tiro a ciegas y una nueva pulsación en el dichoso botón de Comprar. No pudo salirme mejor la jugada.
The Wire es una serie de policías totalmente atípica que no se conforma con mostrar el crimen con toda crudeza sino que le presta tanta atención al lado criminal como al policial y dota a ambos de matices hasta ahora nunca vistos en televisión. Quizá el más llamativo es precisamente la atención que recibe el bando criminal que por primera vez es puesto en su contexto, ya no son simplemente comparsas sino coprotagonistas con todo derecho. The Wire es la demostración de que el dicho "Quien mucho abarca poco aprieta" no siempre es cierto porque consigue un equilibrio a todas luces complicado que es mostrar los pequeños conflictos de los personajes pero siempre enmarcándolo en un contexto más amplio como pueda ser el de la política, los enfrentamientos entre todos los peldaños de la jerarquía policial o la judicial.
Las concesiones a la galería son pocas, nada de repasos a capítulos anteriores o de repetir las cosas por si no te has enterado bien la primera vez. Ese es tú problema, si en la vida real no hay flashbacks pues aquí tampoco. La propia estructura de la serie centrada en un macrocaso por temporada en vez de casos más pequeños que se puedan seguir de forma episódica da lugar a tramas mucho más complejas de lo que se está acostumbrado a ver. Así que hay que estar avispados para seguir el desarrollo de la trama porque los guionistas no tienen la más mínima intención de usar el rotulador amarillo y mucho menos la brocha gorda. Parece una tontería pero no tratar a la audiencia como si fueran tontos es quizá el distintivo de The Wire y bien puede ser lo que la lleve a la tumba.

En contraposición al ritmo infartante de The Shield aqui el ritmo es pausado, casi relajado, como para dar tiempo al espectador para que reflexione. Esto se percibe claramente en el estilo de rodaje. En The Shield prima la cámara al hombro, casi en la cara de los protagonistas, en cambio The Wire tiene un tono más sereno, casi cinematográfico.
Ni que decir tiene que ambos estilos cumplen perfectamente sus objetivos ya que The Shield es más truculenta y cercana y The Wire es más fría y realista.
Lo que está claro es que tanto una como otra son de lo mejor que se haya hecho en su género y son interesantes hasta para los no muy aficionados al policíaco.
Pues nada más, espero haber llegado hasta aquí sin dejar claro si quiero más a mi papá o a mi mamá que era mi objetivo declarado.

The Shield
The Wire

jueves, marzo 30, 2006

Apología de Sidney Lumet


Abro esta entrada con la triste seguridad de que todo lo que pueda decir en ella sobre Sidney Lumet va a ser poco. El hombre está muy mayor ya, pero de momento no tiene ganas de espicharla ni de dejar de hacer películas. Leo con asombro que está a punto de estrenar una comedia de mafiosos con Vin Diesel. Parece que lleva bien los 82 años.
Lumet no ocupa en la conciencia colectiva fagocitadora de imágenes el mismo lugar que ocupan hoy en día Kubrick, Coppola, Scorsese y ... ¿dios mío, quien más...? ¿Spielberg? No, por favor.
Y digo yo que puede ser debido a su irregularidad (nada muy reprochable en una persona que ha dirigido más de 50 películas, que ya es tener ganas). También que su última etapa es bastante prescindible puede explicar porque no goza del mismo nivel de respeto que puedan tener otras vacas sagradas contemporáneas. Como si nadie hubiese hecho algún bodriete de vez en cuando. Aquí Lumet ha demostrado ser poco cool, mira Kubrick que bien se lo montó con sus doce películas.
Confieso (aunque me hace muy feliz) que aún me quedan muchas películas suyas por ver, pero las que hasta la fecha conozco ya me hacen desear llevar sombrero para poder quitármelo ante él.
Voy a intentar listar brevemente mis favoritas sin que se me caiga mucho la baba a medida que me vaya acordando de ellas. En orden cronológico y así ninguna se me queja.

12 hombres sin piedad (1957)
Aunque ya llevaba bagaje trabajando en televisión desde 1948 esta es su ópera prima y de ella está prácticamente todo dicho. Puro teatro filmado, tenso y sudoroso. Un puñetazo a la cara de una sociedad más interesada en castigar que en hacer justicia. Si la has visto ya no se te olvida. Ya te vale, Sidney … menuda ópera prima te marcaste.

The Anderson tapes (1971)
El titulo en castellano opta a los premios de los más ridículos jamás creados (Supergolpe en Manhattan) pero detrás se oculta una de las películas de atracos más extrañas que yo haya visto. En un género marcado por los tópicos esta película los abraza todos y les da la vuelta. Nada ocurre de la forma esperada, con una lógica férrea pero implacable los acontecimientos se suceden en el orden habitual: reclutamiento , planificación, y ejecución , pero rehuye los lugares comunes de una forma totalmente deliberada. Con un sobrio Sean Connery justo demarcándose definitivamente de James Bond y como detalle curioso en los créditos: introducing Christopher Walken. No es magistral pero si muy interesante.

Serpico (1973)
Yo pensaba que los policías de The Shield eran los más corruptos vistos hasta la fecha en cualquier medio audiovisual. Inocente de mí, unos santos es lo que son comparados con los compañeros de trabajo de Frank Serpico. Aquí Lumet ya demuestra de sobra que lo suyo es meter el dedo en la herida y escarbar en ella. Reconozco que a mí Al Pacino siempre me ha parecido un actor cargante pero aquí empecé a mirarlo con otros ojos, está esplendido interpretando al que parece ser el único policía que no está podrido en Nueva York. Vergonzosamente basada en un hecho real.

Tarde de Perros (1975)
Aquí Pacino hace el mejor papel que yo le haya visto nunca dando vida (en serio: dando vida) al atracador de bancos que quería resolver todo en un golpe ejecutado en 10 minutos. Pero la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida. A veces cómica, a veces dramática, siempre con pulso y emocionante. Aquí cada uno se lleva su bofetada pero en especial los medios de comunicación siempre ávidos por convertirlo todo en un cirio pascual. Pero la torta definitiva todavía no les había pegado en la cara. Estaba en la cocina terminando de hornearse.

Network (1976)
El primer reflejo natural que se tiene después de ver esta película (apostillada por algún amante de lo obvio como Network, un mundo implacable) es acudir a ver en que año la parieron. Es una visión del mundo televisivo tan moderna, tan crítica, tan cercana a la realidad que nos ha tocado vivir que parece 30 años adelantada a su tiempo. Sátira cruel y quizá excesiva pero dotada de credibilidad por unos actores en estado de gracia (no uno ni dos, no, todos están geniales). Da que pensar que no hemos avanzado nada desde entonces, que todo lo vieron venir hace tiempo y ya sabían que lo que la gente quiere es basura, pero basura fresca. Una historia tremenda, tremendista y tremebunda sobre un presentador de informativos que anuncia en su penúltimo programa la intención para la próxima semana de pegarse un tiro en riguroso directo. A ver si así sube el share. Aprende, Pepe Navarro.

Veredicto Final (1982)
Un guión perfecto de David Mamet y Paul Newman en uno de sus mejores papeles (y mira que los tiene buenos) se unen para la que quizás sea la última gran película de Lumet. Un drama judicial crepuscular (me encanta el topicazo ese de “crepuscular” cuando los protagonistas tienen mas de 50 años) perfectamente hilado y ejecutado donde una vez más nada es lo que parece. Es peor.

¿Que porqué este post? ¿Se ha muerto Sidney Lumet? ¿Le han dado un premio? ¿Reeditan sus peliculas?
Pues no, nada de eso. De hecho este post iba a ser sobre una serie anime de samurais.
La vida te da sorpresas ...

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jueves, marzo 23, 2006

De vuelta al cole


Creo que por fin entiendo a los cubanos. Pueden pasarse horas y horas escuchando a una persona hablar sin parar. Lo digo porque a mi me pasó lo mismo hace unas semanas. Nada más y nada menos que 3 horas y media de Kevin Smith hablando de las cosas que le pasan a Kevin Smith. Y se hacen cortas.
Me van a permitir el chiste basto , pero creo Kevin Smith se ha ido desinflando como director a una tasa inversamente proporcional a la que se inflaba como persona. Nunca ha sido un gran director en el sentido clásico de la palabra pero supo aportar ideas frescas a la comedia americana post-porky's y sus primeras películas son contrapartidas estupendas a las típicas comedias universitarias, aunque muchas veces sigan patrones parecidos.
Sus protagonistas abiertamente freakies le han ganado no pocas simpatías entre una juventud yanki que debe ser de lo más variada: comiqueros, indies porreros, pseudocineastas sin un duro y a buen seguro que sus continuos chistes de pollas y pedos habrán atraido a los intelectuales de todo el mundo. Sin ir más lejos yo les tengo mucho cariño a Clerks, Mallrats y Persiguiendo a Amy , que le vamos a hacer.
A mi me recuerda, salvando las distancias, a lo que hemos vivido (o sufrido) aquí con Santiago Segura, aquí que cada uno salve la distancia que quiera. Incluso se podría decir que Jay y Bob El Silencioso Contraatacan es su particular Torrente 3. Mala, llena de cameos y repitiendo las bromas de anteriores películas.
El caso que tal era el éxito que tenían sus conferencias en convenciones de comics y demás eventos satánicos que decidió dar una gira por varias universidades a lo rockstar y someterse a las preguntas de su legión de seguidores. Y después editar los mejores fragmentos en dvd y así de paso nos sacamos unas pelillas que mal, lo que se dice mal nunca vienen.
El resultado fueron los 224 minutos de An evening with Kevin Smith que su servidor se tragó encantado (es que había chistes de pollas de tanto en tanto). A alguno ya le veo sudar, pero no se asusten que en YouTube disponemos de los momentos más selectos.
Se nota (y mucho) que Kevin Smith ha contado estas historias muchas veces y las narra con un dominio prodigioso del tempo, las pausas y los gestos, sin dejar de resultar sincero. Da gusto ver como se enrolla media hora en respuestas a preguntas de lo más inocentes (aunque son las menos). El tipo es de lo más gracioso, simpático y rápido que he visto encima de un escenario y sus historias no tienen desperdicio. Elegir favoritas es muy difícil, pero en fin, hay gente que escala montañas así que seguro que yo podré ordenar por orden de preferencia las que hay disponibles.
El proyecto Superman Reborn (20 minutos)
El affair con Tim Burton (10 minutos)
El estreno de Dogma (15 minutos)
Primera cita con su mujer.Parte 1 (7 minutos)
Primera cita con su mujer.Parte 2 (7 minutos)
Y si no han tenido bastante lo que ustedes quieren es tragarse el bote de pastillas completo : An Evening with Kevin Smith

miércoles, marzo 15, 2006

Karma Police

Reconozco que durante un tiempo le había perdido el gusto a las series cómicas americanas (hablo del formato clásico de sitcom de entre 20 y 35 minutos).
A nuestra piel de toro llegaban productos muy estandarizados que no llegaron a engancharme nunca demasiado. Aunque algunos venían cargados de Emmys, Globos de Oro y demás estatuillas (que cada día parece que se venden más baratas) estaban todas cortadas por el mismo patrón.
No tengo nada en contra de los patrones, suelen tener una razón de ser al apostar a fórmulas televisivas que han funcionado muy bien antes. Cheers es un patrón de comedia de situación, así como Canción triste de Hill Street se convirtió en un patrón de lo que supuestamente debe ser una serie policíaca. No quiero decir que sean totalmente originales y que surgieran de la nada, simplemente que crearon estilo. Estilo que puede perder su gracia por la repetición.
El caso que aunque es un hecho que mi memoria histórica funciona igual de mal que la de cualquiera de nuestros políticos y tengo mitificadas las mismas series que cualquier protofreakie pudiera tener en un altar: Parker Lewis nunca pierde, Búscate la vida , Matrimonio con Hijos; también es cierto que aquí han llegado verdaderos bodrios como Cosas de Casa , Salvados por la campana y alguna docena más cuyo título soy incapaz de recordar por no fustigar mi ya castigada mente. De la recolección de basura que se ocupen los del Mondo Bruto que se les da mejor.
Eso sumado al despegue de series dramáticas de calidad en estos últimos años me había hecho no estar muy al tanto de las comedias que levantasen un poco el nivel. Porque para ver la última temporada de Friends, donde ya nos faltaba por ver la primera comunión de todos los hijos de los protagonistas tampoco había prisa.

A partir de ahora voy a procurar estar más atento porque definitivamente parece que algo se está moviendo en las sitcoms americanas.
Para mí unos de los más claros avisos de que a las comedias no hay que tomárselas en broma (toma chiste malo) ha sido My Name is Earl.

¡Si! Es Jason Lee con bigote y el pelo churretoso!!
Repitan conmigo : ¡Jason Lee! ¡Jason Lee! ¡Jason Lee!
Está muy salao haciendo de Earl Hickey, un golfo crónico que lleva toda su existencia sin pegar palo al agua y cometiendo pequeños delitos aquí y allá pero cuya vida pega un vuelco al ganar 100.000 dólares al rasca-rasca y casi inmediatamente después perder el boleto ganador tras sufrir un aparatoso accidente.
En ese momento Earl recibe una iluminación: el universo le está castigando por haber sido mala persona durante toda su vida y solo hay una salida posible. Así que ni corto ni perezoso (bueno... perezoso si que es un rato) elabora una lista de las ¿250? ¿300? maldades cometidas desde que tiene memoria y se dispone a enmendar el daño que haya podido infringir. Esperando así equilibrar todo el mal karma que haya podido acumular Earl dedica su nueva existencia a compensar a todas las personas a las que sus acciones han perjudicado (que parecen ser unas cuantas centenas así que si la cosa funciona hay cuerda para rato).
My name is Earl nos habla de la clase baja estadounidense con mucho cinismo pero también mucha ternura. Todos los habituales de Earl son por lo general gente de baja estofa con la moral relajada y no acaban de entender la motivación de Earl pero aún así le ayudan en su propósito kármico. Sobre todo su hermano Randy ,un muchacho grandulón que sino borderliner si podríamos llamarle "persona de pensamiento contemplativo" interpretado por Ethan Suplee, que pasará a la historia como el único que no pudo ver el barquito de vela en el centro comercial de Mallrats (y por el gag de : "...¿Brenda?..." , por supuesto).
No sé si lo he dicho todavía pero la serie es divertidísima, quizá la más hilarante que he visto en años pero si te pilla tonto hasta te emocionas con ella. Porque aunque su humor es bastante destroyer sabe mirar a sus personajes con cariño y sin caer en sermonizantes moralinas.
Actualmente la serie emitida por NBC es la sitcom más popular en Estados Unidos, aunque podría decirse que acaba de echar a andar : solo lleva 20 episodios. Por ello Milikito la ha comprado para La Sexta. No puedo más que alegrarme porque cabe la posibilidad aunque remota de que alguien vierta alguna droga alucinógena en el suministro de agua, los españoles de repente nos volvamos exigentes con nuestra televisión y nos encante My Name is Earl. Cosas más raras se han visto.
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