martes, mayo 23, 2006

Cables cruzados

Digamos que voy un poco rezagado en “la carrera de los Oscars 2006”. Es bueno tener opiniones formadas sobre manifestaciones culturales importantes así que yo me he formado la mía: cada año tengo más claro que lo mejor de los Oscars son los escotazos de la alfombra roja y si hay alguna película interesante tarde o temprano acabaré viéndola haya sido premiada con una, seis o ninguna estatuilla. Pero bueno, como decía Torrebruno: lo importante es participar.

He tenido ocasión de ver este fin de semana dos películas que tienen bastantes puntos en común como para hacerles un repaso emparejado.

Ambas son responsabilidad de guionistas de postín que han pasado a la dirección de sus propios guiones, con resultados desiguales aunque con suficiente jugo como para no ya remover conciencias (que para eso hay que tenerla y todo el mundo sabe que van muy caras) si por lo menos para remover culos en el sofá y hacer las palomitas algo más indigestas.



Crash de Paul Haggis, guionista de Million Dollar Baby ha sido una pequeña decepción.
Lo mejor que puedo decir es que la dirección está a la altura de su guión, es decir que es ampulosa, excesiva y redundante en buena parte de su metraje. Las buenas intenciones iniciales y el cuidado acabado técnico se echan a perder a medida que va avanzando la trama y con la misma sutileza que un papel de lija del dos, los clímax emocionales se van acumulando hasta resultar empachantes. A digerir estos clímax no ayuda mucho la banda sonora en plan iglesia ni la cámara lenta que parece decirnos “esta es la escena de llorar ¿eh?”. La banda sonora no es del pelma de Hans Zimmer sino del también bastante pelma Mark Isham, pero como si lo fuera. Y en general la realización más que videoclipera por momentos parece un publirreportaje de una ONG. De esos que te hacen pensar “oye, mira que bonita queda la pobreza en las fotos”.

Aún así es un película más o menos digna en su conjunto y bastante bien interpretada que hubiese ganado bastante metiendo tijera con alegría aquí y allá. Que quieren que les diga, que en el fondo soy un blando y soy incapaz de cargarme del todo una película de las de “conciencia social” porque bastante embrutecidos estamos ya, aunque eso signifique renunciar a mi máscara de cínico descreído.

Después de verla empiezo a sentirme cansado de la estructura “vidas cruzadas” que tanto éxito parece estar teniendo últimamente entre amantes de la desmesura dramática como Alejandro González Iñárritu, al que después de Amores Perros se le fue la mano con la bastante plomiza 21 gramos. Curiosamente Magnolia, que no es precisamente corta, la disfruté bastante.



Syriana de Stephen Gaghan comparte con la anterior la estructura en forma de mosaico de personajes y tramas entrecruzadas. No es ningún misterio que Gaghan fue el guionista de Traffic y para su película sobre el entramado mundial sobre el petróleo ha echado mano de parecidas herramientas narrativas.
El tema es complejo de narices y una película que lo quiera abarcar en su totalidad (y esta lo intenta, así como Traffic intentaba tratar el negocio de la droga de forma global) también va a serlo. Esta intención de abarcarlo todo es precisamente lo que podría dar al traste con el ritmo narrativo y la progresión dramática, pero al menos en este caso funciona de maravilla y su complejidad no la hace inabordable, aunque se le puede atragantar a más de uno ya que hay más personajes que en la guía telefónica.
La tesis principal de la película es la más que probable relación de las distintas formas de terrorismo (el que sale en los telediarios y el de estado, que no por ello es menos terrorismo) con el negocio del petróleo. Syriana mete el dedo en el ojo de todos los implicados de forma bastante directa sin caer en puntos de vista simplistas. Y pese a la gravedad de muchas de las escenas que se muestran consigue ser casi fría y contenida, lo que la hace más creíble que por ejemplo Crash cuyos postulados parecían a priori algo más modestos y por ello más fáciles de resultar cercanos.
Hablo de frialdad como una virtud porque bastante fuerte es el tema en si mismo como para adornarlo más de la cuenta. Aún asumiendo que el cine en si mismo es adorno y artificio tampoco está de más saber cuando se te está yendo la mano con las especias.
Además que hay que reconocer que poner a Maaaatt Daaaaamon en una película y conseguir que casi parezca un actor tiene su mérito.

lunes, mayo 08, 2006

Ser o no ser ... un oso

Por mucho que un servidor intente llevar una apariencia tranquila y apacible (sin conseguirlo) lo cierto es que en ocasiones soy un obsesivo compulsivo de narices, de la vertiente inofensiva, eso sí. A veces me clavo mis propias astillas mentales y hasta que no me las quito no me quedo a gusto.
Una de mis extracciones más afortunadas tuvo lugar hace un tiempo cuando por fin pude encontrar un corto de animación que me había tenido obsesionado durante al menos 3 años.
Estaba yo solo y abotargado en el piso que compartía con unos amigos cuando en Cartoon Network se pusieron en plan revival a emitir joyas de archivo. A veces uno está mas tonto de lo normal, más receptivo (o más borracho) y cosas la mar de ordinarias te pegan de una forma que no te lo esperas. Este no fue el caso, porque de ordinario el corto tenía poco. Fueron 10 minutos de puro gozo que se incrustaron en mi cabeza y de ahí no salieron. Afortunadamente me quedé con el título (y con la melodía de la canción que he estado silbando desde entonces y ya tiene pinta de que a este paso me la llevaré a la tumba). Desde entonces más o menos cada mes lo buscaba en cualquier red p2p a mi alcance con una insistencia que ya quisieran para sí algunos buscadores de oro. Han adivinado que, al menos esta vez, la insistencia sirvió para algo puesto que algún desconocido que para mí ya se ganó el cielo, tuvo la feliz ocurrencia de compartir el corto en cuestión. Y yo como no soy egoísta lo comparto ahora con todo aquel que lea esto.
Aquí lo tienen : (ed2k): The Bear That Wasn't .Chuck Jones (1967)


Esta en ingles y no hay subtítulos pero es realmente muy fácil de entender ya que es un cuento infantil, el lenguaje es muy sencillo y con un componente repetitivo que lo hace apto para ceporrillos en lenguas bárbaras como el menda.
Por hacer un poco de historia diremos que es una adaptación animada del cuento ilustrado del mismo título de 1943 escrito por Frank Tashlin, animador de larga carrera que sin embargo para la adaptación de su propio cuento ejerció como productor, dejando las tareas de dirección en manos de ese autentico monstruo de la animación que es Chuck Jones, a la postre colega suyo durante muchos y prolíficos años.
Bajo la apariencia de un sencillo cuento ecologista nos encontramos un amargo alegato contra la alienación que nuestra sociedad puramente empresarial ejerce sobre los elementos más inocentes de la misma. Además de mostrarnos una lección tristísima sobre como las expectativas de los demás pueden producir la perdida de nuestra identidad individual. Que no, que no me estoy pasando, que es todo eso y además una delicia visual y sonora. Compruébenlo ustedes mismos. Y si no están de acuerdo no me lo digan, o díganmelo suavemente que hoy también debe ser uno de esos días que estoy mas tonto de lo normal.

El cuento original : (ed2k): Frank Tashlin, - The Bear that wasn't.pdf